03. La originalidad del hombre nuevo en Schoenstatt

P. Rafael Fernández

La originalidad de este hombre nuevo en Schoenstatt

El P. Kentenich percibe que el hombre nuevo desplegará en el futuro su impronta mariana como nunca hasta ahora lo ha visto la historia de la Iglesia (cf …). La nueva cultura será una cultura de la armonía entre la naturaleza y la gracia, tal como la encarna María. Ella es la “gran Señal” que Dios muestra a nuestro tiempo como signo de luz y de esperanza.

 

Este hombre nuevo, marcado con el sello de María, es un hombre en el cual el amor -ley fundamental del universo- se manifiesta en todo su poder. Una cultura donde los valores del corazón y del amor tienen relevancia. María abre las puertas a una nueva “civilización del amor”. Ella es el corazón de la Iglesia, llamada a ser alma del mundo. Es la “Madre del Amor Hermoso”, la Madre de la unidad. Ella congrega a la Iglesia como Familia en torno a su maternidad. Ella educa hombres nuevos capaces de dar y de recibir amor.

 

Nuestra cultura no ha sabido solucionar la tensión entre individuo y comunidad. El “homo faber” (hombre mecanicista y maquinizado), destruye sacrílegamente todos los vínculos queridos por Dios. El hombre nuevo mariano, que Schoenstatt propone, busca cultivar y vivir en plenitud los vínculos de amor, tanto en el orden natural como sobrenatural. Lo hace en el orden natural: es un hombre que vive en, para y con la comunidad; que supera creadoramente la tensión entre individuo y comunidad, o que integra armónicamente el personalismo (la dignidad y autonomía de una personalidad libre) con el solidarismo (la inserción y responsabilidad comunitaria). Y lo hace también en el orden sobrenatural: María nos enseña a ser niños ante Dios, a ser hijos en su Hijo, a desarrollar, con ella y como ella, un cálido y poderoso amor filial a Dios Padre. La nueva cultura mariana, por ser mariana, será una cultura del Espíritu Santo, el Dios del Amor. María, templo e instrumento perfecto del Espíritu Santo, abre las puertas en nuestro tiempo a una nueva irrupción del Espíritu.

 

Este hombre nuevo mariano, que orienta el ser y el quehacer de Schoenstatt, es un hombre esencialmente libre. Para amar –y ésta es la vocación esencial del ser humano- se requiere poseerse a sí mismo para darse al tú y a la comunidad; para entregarse a Dios y al prójimo. La Iglesia y la sociedad necesitan hoy más que nunca personas que sean verdaderamente libres, capaces de decidir por sí mismos y de comprometerse, tal como lo fue María, la Inmaculada.

 

Sólo la persona que es libre puede amar. Sólo este tipo de hombre cristiano, guiado por la luz de la Inmaculada, de la mujer plenamente libre, puede ser una luz que alumbra en medio del materialismo, la angustia y la soledad que aqueja al hombre actual.

La nueva comunidad estará sustentada por estos hombres nuevos.

Una real renovación de nuestra sociedad requiere hombres nuevos marcados con la impronta mariana. Sólo sobre la base de hombres verdaderamente nuevos se puede edificar una nueva sociedad.

En este trasfondo se comprenden las características propias que distinguen al hombre nuevo schoenstattiano, que es un profundamente mariano. Es un hombre: 

  • · libre
  • · comunitario
  • · filial y
  • · apostólico