"El Señor está contigo"

REFLEXIONES MES DE MARÍA - DIA 2 - 9 de Noviembre

Cuando María escucha el saludo del ángel Gabriel, se turba y admirada se pregunta qué querrá decir aquel saludo. El ángel la había llamado "llena de gracia", favorecida y amada. Le había dicho que el Señor estaba con ella.

| P. Rafael Fernández P. Rafael Fernández

Tema 2 –- 9 de Noviembre -Oración Inicial Mes de María

"EL SEÑOR ESTA CONTIGO"

Textos: Lucas 1, 26-38; Jer 1, 4-10.

Cuando María escucha el saludo del ángel Gabriel, se turba y admirada se pregunta qué querrá decir aquel saludo. El ángel la había llamado "llena de gracia", favorecida y amada. Le había dicho que el Señor estaba con ella.

María, conocedora de las Escrituras, sabía el significado de esas palabras: "El Señor está contigo". No era una simple afirmación, eran las palabras con las cuales Dios animaba y confortaba a quienes encomendaba una misión importante. Esas palabras las había escuchado también de Moisés cuando tenía que asumir el peso de sacar a Israel de Egipto: "Dijo Moisés a Dios: '¿Quien soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel,". Respondió (Yavé): 'Yo estaré contigo' " (Ex 3,11). Las había escuchado también Jeremías: "No digas: 'Soy un muchacho', le dice el Señor, pues a dondequiera que yo te envío irás y todo lo que te mande dirás. No temas, que yo estoy contigo para salvarte -oráculo de Yavé-". (Jer 1,6 s)

Algo semejante había dicho Dios a Isaac: "Yo soy el Dios de tu padre Abraham. No temas, porque yo estoy contigo. Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia, por amor de Abraham, mi siervo" (Gen 26,23). Y a Jacob: "Vuélvete a la tierra de tus padres, a tu patria, y yo estaré contigo" (Gen 31,3). Y a Josué: "Nadie podrá resistir delante de ti en todos los dais de tu vida: lo mismo que estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré... No temas ni te acobardes, porque Yavé tu Dios estará contigo dondequiera que vayas" (Jos 1,5 y 9).

También el rey David cuando quiere construir una casa para el arca de la Alianza escucha a Natán: "Anda, haz todo lo que te dicta el corazón, porque Yavé está contigo" (Sam 7,3). Yavé mismo encarga al profeta decir a us siervo David: "Así habla Yavé Sebaot: 'Yo te he tomado desde el pastizal, de detrás del rebaño, para que sea caudillo de mi pueblo Israel. he estado contigo en todas tus empresas, he eliminado de delante de ti a todos tus enemigos y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra" (2 Sam 7, 8-9).

El salmista recoge esta experiencia aplicándola a todo el pueblo de Israel: "Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia siempre a punto. Por eso no tememos si se altera la tierra, si los montes se conmueven en el fondo de los mares, aunque sus aguas bramen y borboteen y los montes retiemblen su ímpetu. ¡Con nosotros está Yavé Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!" (Salm 462-4).

"El Señor está contigo", "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios". Así prepara el ángel a María para recibir el encargo más grande que Dios pudo confiar a criatura alguna: ser madre del Mesías. El Señor, el que es poderoso, había puesto los ojos en la pequeñez de su sierva, pro eso ella luego proclamará en su cántico: "Todas las generaciones me llamarán feliz porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen" (Lc 1,48 ss).

A semejanza de María, también nosotros hemos sido elegidos y hemos recibido un encargo del Señor: "Ustedes, nos dice, son la sal de la tierra... Ustedes son la luz para el mundo. No se puede ocultar una ciudad edificada sobre un monte... La luz de ustedes debe brillar ante los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que están en los cielos" (Mt 5,13 ss).

Por eso, él mismo se encarga de darnos valor: "Vayan, yo los envío", repetirá el Señor una y otra vez. "No se turbe vuestro corazón ni se acobarde" (Jn 14,27). "En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo" (Jn 16,33).

Sí, él había vencido al mundo, porque estaba compenetrado de esa verdad fundamental: "No estoy solo, porque el Padre está conmigo" (Jn 16,32). "El que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él" (Jn 8,29).

María vivía en esa misma actitud de alma de Jesús. Ella no temió, aunque sabía que una espada traspasaría su corazón, aunque tuvo que partir al exilio, aunque, humanamente, todo parecía perdido. Con san Pablo podía confesar: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Filp 4,13). "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?... ¿Quién nos separará del amor de Cristo?... Porque en todo esto salimos victoriosos gracias a Aquél que nos amó" (Rom 8,31 ss.)

Nuestra Iglesia necesita urgentemente de hombres que no teman ni se acobarden, que vivan de la conciencia que el Señor está con ellos. ¡Qué paz trae este convencimiento a nuestra alma! El Señor está conmigo y María, su Compañera y Colaboradora, también él está conmigo. ¿Por qué, entonces no atreverse a dar testimonio, aunque otros nos critiquen o no entiendan; aunque, incluso, nos condenen? Debe notarse que somos cristianos; nuestra luz debe brillar, ¡no la pongamos bajo la mesa!

Escuchemos con María el saludo del ángel. Alegrémonos y arriesguémonos como ella. Entonces, también nosotros participaremos de su alegría y de su plenitud.

Oración Final del Mes de María

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