Jubileo 2014, una larga primavera del Espíritu

Jubileo 2014, una larga primavera del Espíritu . Avanzados unos pasos de nuestro caminar hacia el 2014 hacemos una pausa cuando llevamos recorrido ya el primer año de Triduo. Cuando un camino es tan largo corremos el riesgo de creer que lo vivido es natural, que el final nunca llegará, que los eventos pasados son episodios de una serie de televisión; pasa de todo y no pasa nada.

| P. Enrique Grez, S. Sch. P. Enrique Grez, S. Sch.

 

Jubileo 2014, una larga primavera del Espíritu

Avanzados unos pasos de nuestro caminar hacia el 2014 hacemos una pausa cuando llevamos recorrido ya el primer año de Triduo. Cuando un camino es tan largo corremos el riesgo de creer que lo vivido es natural, que el final nunca llegará, que los eventos pasados son episodios de una serie de televisión; pasa de todo y no pasa nada.

El año pasado, Año del Padre que acaba de terminar, fue una bendición en muchos sentidos. Venimos de un tiempo donde el sacerdocio está cuestionado y la paternidad del pastor se mira con sospecha. En estos doce meses nos hemos adentrado en la persona de un cura y un padre. Nos sumergimos en su historia personal y su hondo vínculo con Cristo, en el don que nos ha hecho de la Alianza de Amor, y de cómo forjó una Familia de María alrededor del lugar de gracias de Schoenstatt. El brillo especial de su carisma lo hemos reconocido en las vivencias filiales de muchos de sus hijos espirituales que en este tiempo nos han abierto su corazón.

Uno pensaría que tan hermosos momentos como los descritos son suficiente preparación para la celebración de gracias, y lo son. Pero los regalos de Dios son desproporcionados y debemos contar con una bendición que durará todavía tres años más.

Por de pronto ha comenzado sin mayores preámbulos el Año del Santuario. Si en el año anterior se nos mostraba cómo el Dios de la Vida entrega su amor a través de un ser humano; en este nos acordamos que lo hace de una manera más densa en lugares específicos, sus lugares de gracias. El don de la Alianza lo recibimos del Padre en una capillita que a partir de ese momento se transformó en Hogar de María, en un Cenáculo de Apóstoles que ha sido espacio de diálogo fecundo para cientos y miles, quizás millones. Habría que sacar cuentas, y no nos sorprendamos con las cifras. Y como la Providencia no descansa este planeado calendario jubilar ha sido sazonado con nuevos impulsos. ¿Cómo no interpretar los ataques que han sufrido algunos de nuestros lugares de gracias en el sur de Chile, como invitaciones de la Mater a reconquistar con amor y ternura, con pasión y fidelidad, sus santuarios y ermitas?

El Año de la Misión también se escribe con mayúscula, y aunque todavía no empiece ya da signos de vitalidad. El Papa ha organizado un Año de la Fe, casi coincidente con nuestro festejo del apostolado de la Alianza. Una oferta estupenda en estos tiempos de Iglesia en diáspora, para ofrecer a nuestras ciudades y pueblos el regalo precioso del que somos portadores.

No pongo en duda interpretaciones más autoflagelantes de nuestra situación como Familia a estas alturas, en las que caben críticas que en otras líneas he compartido, pero creo que en muchas dimensiones experimentamos una cierta primavera del carisma. En estos momentos los caminos y praderas del sur del mundo rejuvenecen y alegran los corazones, la primavera deleita la mirada con los colores de flores tiernas y sencillas, honestos lirios del campo que el Padre de los cielos cuida y riega para nuestro gozo. No me parece que sea tan dispar nuestra realidad: una humilde y contingente, festiva y prometedora oportunidad de experimentar la primavera del Espíritu durante estos, a la vez cortos y largos, cuatro años.

P. Enrique José Grez López

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