2. b. Segundo principio: La gracia no destruye sino que presupone, sana, eleva y perfecciona la naturaleza.

P. Rafael Fernández

Segundo principio: "La gracia no destruye sino que presupone, sana, eleva y perfecciona la naturaleza".

Este principio se refiere a la relación entre el orden natural y sobrenatural, entre lo creado y Dios; entre la naturaleza y la gracia. El P. Kentenich aplica este principio en toda su pedagogía. Su ideal es el de un auténtico humanismo que armoniza lo humano con la acción gratuita de Dios y que sabe conjugar el impulso natural del hombre con el impulso de la vida sobrenatural que Dios ha infundido en su ser. La gracia sana las heridas del pecado original, personal y social y eleva al hombre y a la sociedad a un nivel superior, que lo enaltece más allá de sus límites.

El P. Kentenich, en toda su pedagogía, aplica este principio con igual consecuencia que el anterior. Su ideal es el de un verdadero humanismo que armoniza todo lo humano con la acción gratuita de Dios y que sabe conjugar el impulso natural del hombre con el impulso de la vida sobrenatural que Dios ha infundido en su ser. La gracia sana las heridas del pecado original y personal y eleva al hombre y a la sociedad a un nivel superior, que lo enaltece más allá de sus límites. Aunque para tal ennoblecimiento muchas veces se exijan renuncia y sacrificio de la naturaleza.

Esto lleva a que la pedagogía de Schoenstatt respete las leyes naturales inscritas en la naturaleza del hombre, en la psicología masculina y femenina, en las leyes del desarrollo tanto de la persona como de la comunidad. Nada de lo noble que alberga el ser humano es despreciado o no tomado en cuenta: sus instintos, sus pasiones, etc., sus fuerzas espirituales como las que brotan de su corporeidad.

Ciertamente la pedagogía schoenstattiana también atiende y toma en cuenta el hecho que la naturaleza del hombre está herida por el pecado original y por el pecado personal. Pero esa naturaleza no está corrompida. Ella puede y debe ser sanada. Y la gracia, que en su actuar presupone la naturaleza, precisamente la sana y perfecciona. Ni Dios ni la gracia que Él nos da, es enemiga de nuestra naturaleza. Esto lo considera el P. Kentenich como uno de los principios básicos que guían el actuar del educador schoenstattiano.