Grandes Metas de Schoenstatt

Como Movimiento eclesial, la finalidad que Schoenstatt persigue coincide enteramente con la finalidad de la Iglesia: evangelizar, a fin de que surja el hombre nuevo en Cristo Jesús y el Reino de Dios se instaure en la tierra.

P. Rafael Fernández

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Como Movimiento eclesial, la finalidad que Schoenstatt persigue coincide enteramente con la finalidad de la Iglesia: evangelizar, a fin de que surja el hombre nuevo en Cristo Jesús y el Reino de Dios se instaure en la tierra.

Sin embargo, esta finalidad supratemporal se realiza a lo largo de la historia en diversas formas. Todos somos cristianos, pero es muy distinta la forma de ser cristiano de un benedictino o de un jesuita. La riqueza del ideal del hombre nuevo se va desplegando en todas sus facetas dando respuesta a las diversas culturas y desafíos de los tiempos.

Los carismas que recibió el P. Kentenich están orientados a forjar una modalidad propia del hombre nuevo, con acentuaciones originales, que fueron adquiriendo forma, de acuerdo a la conducción del fundador a lo largo de su historia.

El P. Kentenich fue así formulando, desde temprano, las grandes metas que persigue su fundación. Ya en la prehistoria de Schoenstatt, cuando él se hace cargo de la dirección espiritual de los estudiantes, formula su programa con las siguientes palabras:

"Bajo la protección de María queremos autoeducarnos como personalidades libres, sólidas y sacerdotales" (Acta de Prefundación, 27.10.1912). El P. Kentenich visualiza, observando los signos del tiempo, la necesidad de forjar un hombre libre, capaz de decidir por sí mismo, de sólidas convicciones y raigambre sobrenatural.

El carácter mariano del hombre nuevo se perfila más nítida y concretamente en el acto fundacional de Schoenstatt, el 18 de Octubre de 1914. El santuario de Schoenstatt emerge entonces como la cuna donde María da a luz al hombre nuevo, que debe ser germen de un Movimiento de renovación.

Durante la década de 1920 formula la finalidad de Schoenstatt de esta forma: "Schoenstatt es un Movimiento de renovación mariana del mundo en Cristo"; como tal persigue "la renovación religioso moral del mundo en Cristo".

Con ello se especificaba que Schoenstatt traía algo nuevo, renovador, al seno de la Iglesia y que ello estaba claramente marcado por el sello mariano. Se trataba de renovar en Cristo no sólo la vida religiosa, nuestro modo de vivir las virtudes de la fe, esperanza y caridad, sino, al mismo tiempo, de renovar la moral. La moral tiene que ver con las costumbres, con el estilo de vida, con las formas que existen en la sociedad, con el sistema de trabajo, con las estructuras sociales, políticas y económicas que condicionan el comportamiento de las personas.

La trascendencia de esta meta la expresa el fundador en una osada afirmación en 1929: "A la sombra del santuario se codecidirán por siglos los destinos de la Iglesia y del mundo". No se trata, por lo tanto, de los destinos de la Iglesia solamente, sino también de la sociedad, del hombre y la comunidad en todas sus dimensiones, es decir, del mundo.

En los años 30 y 40, cuando reina el nacionalsocialismo en Alemania, el P. Kentenich expresa lo mismo con nuevas fórmulas. La gran pasión de Hitler era construir el Tercer Reich. El P. Kentenich decía: Schoenstatt también quiere instaurar un reino, el reino mariano de Dios Padre aquí en la tierra. Un reino donde impera Cristo y María junto a él, el reino de la justicia, de la verdad, del amor, de la santidad y de la paz de Cristo. Estando en el campo de concentración de Dachau, escribe:

Desde aquí (desde el santuario)
construye un mundo
que sea grato al Padre,
tal como lo imploró Jesús
con aquella anhelante oración.
Siempre allí reinen amor, verdad y justicia,
y esa unión que no masifica,
que no conduce al espíritu de esclavo.
Manifiesta tu poder
en la negra noche de tormenta;
conozca el mundo tu acción
y te contemple admirado.(Hacia el Padre n.495-497)

A partir de 1949 el P. Kentenich usa con frecuencia otra formulación: Schoenstatt lucha por la instauración del organismo natural y sobrenatural de vinculaciones; Schoenstatt quiere cultivar un pensar, amar y vivir orgánicos.

Con ello define el fundador los rasgos esenciales del hombre nuevo schoenstatiano. Ante un mundo colectivista, mecanicista, individualista y masificado, Schoenstatt quiere responder con un tipo de hombre que cultiva el amor en todas sus formas, tanto en la dimensión natural como sobrenatural. El hombre nuevo schoenstatiano piensa, ama y conforma su vida orgánicamente; es decir, su forma de pensar y de amar se traduce en costumbres, en su modo de convivencia y de trabajar en forma orgánica.

Más adelante, estando en Milwaukee, el P. Kentenich afirma que Schoenstatt está llamado a ser "Corazón de la Iglesia", para ser con ella y en ella "alma del mundo". Con ello resume con términos diversos el contenido ya expresado en las formulaciones anteriores. Destaca la relación esencial de Schoenstatt a la Iglesia. No buscamos en ella posiciones especiales ni otro poder que no sea "el poder de amor", de servir, de acoger y de darse.

En una charla dada con ocasión de su visita al campo de concentración de Dachau en 1967 donde había estado tres años y medio, el P. Kentenich señala con vigor la consigna: "Queremos forjar al hombre sobrenatural, anclado en el más allá (el hombre "ingenuo" o filial), como constructor del nuevo orden social".

Durante el exilio en Milwaukee el fundador resumió en tres las finalidades que Schoenstatt persigue, a saber:

• El hombre nuevo en la nueva comunidad

• El rescate de la misión salvífica de Occidente

• La Confederación Apostólica Universal

Esta formulación de la meta que persigue la Obra de Schoenstatt ha permanecido como una formulación clásica. Los dos primeros fines señalan la meta de Schoenstatt en aquello que brotó de la misma idea original -y, se podría decir, casi congénita- en el P. Kentenich. El tercer fin fue tomado de la idea original de san Vicente Pallotti, idea que el P. Kentenich, ya desde los inicios de Schoenstatt (1916), asumió como propia.

Los fines de Schoenstatt en general

El primer fin: la creación de una nueva comunidad formada por hombres nuevos.

Schoenstatt quiere forjar una nueva comunidad basada en hombres nuevos, que sea fermento de un nuevo orden cristiano de la sociedad, una comunidad fraterna, libre y solidaria, animada por la fuerza del amor y del espíritu apostólico universal. ( > 20; 21; 24-27)

Definición del "hombre nuevo"
Sobre la base del concepto de hombre nuevo cristiano (cf 1Cor) el P. Kentenich, mirando al tiempo actual, define al hombre nuevo, al cual Schoenstatt aspira, del siguiente modo:
"El hombre nuevo es la personalidad autónoma, de una gran interioridad, con una voluntad y disposición permanente a autodecidir, responsable ante su propia conciencia e interiormente libre, que se aleja tanto de una rígida esclavitud a las formas como de una arbitrariedad que no conoce normas."
En esta definición el P. Kentenich acentúa especialmente la libertad y con ella la capacidad de decidir. Esto como contrapartida del hombre sin yo, despersonalizado y atomizado interiormente que hoy abunda por todas partes.
En otras definiciones del hombre nuevo destaca otro aspecto esencial, diciendo: es el hombre profundamente filial, capaz de establecer vínculos personales y personalizantes con Dios, con las personas, con las cosas y el trabajo.
Esta definición apunta a la necesidad de superar el hombre actual, herido y enfermo en su capacidad de dar y recibir amor.
La "nueva comunidad"
Por el bautismo formamos un solo cuerpo en Cristo Jesús. El ideal de la nueva comunidad busca vivir profundamente esa realidad en el contexto de un mundo que ha destruido los vínculos interpersonales, que sólo conoce el estar el uno al lado del otro, yuxtapuesto al otro, o, incluso, el uno contra el otro; donde las personas se unen sólo por el interés o la necesidad.
La esencia de la nueva comunidad consiste en que las personas que la conforman viven la una en, con y para la otra; en que el lazo del amor que las une les lleva a sentirse profunda y solidariamente responsables la una de la otra. Es la comunidad animada por el vínculo del amor que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones, que vence tanto el colectivismo masificante como el individualismo atomizante.


El segundo fin de Schoenstatt: el rescate de la misión salvífica de Occidente.

El rescate de la misión salvífica de Occidente es el segundo fin de Schoenstatt. Con esta expresión entiende el Padre Kentenich dos cosas: primero, rescatar el impulso misionero y apostólico que asumió Occidente luego del envío que hizo el Señor a sus discípulos a evangelizar a todos los pueblos. Y, segundo, encarnar y proclamar la armonía de lo sobrenatural y lo natural, de la gracia y la naturaleza, de la fe y la vida, de la cultura y el Evangelio.

Pertenece a la esencia del cristianismo la conciencia misionera y evangelizadora. Esto en un momento en que esta conciencia misionera se encuentra enormemente debilitada, sobre todo en los países que antaño fueron los baluartes de la evangelización, Schoenstatt se siente llamado a avivar y dinamizar la conciencia de misión y el compromiso evangelizador.
Por otra parte, en Occidente, el pensamiento cristiano desarrolló una visión particularmente orgánica de la realidad, es decir, destacó la armonía entre lo sobrenatural y lo natural, que permite una integración de los valores cristianos en la cultura de cada país.
Si se compara el espíritu que ha animado al Oriente con el que ha animado a Occidente, se puede decir que Oriente se caracteriza por dar especial importancia a la trascendencia de Dios, y que Occidente –a partir de la filosofía y teología de las causas segundas– por acentuar la inmanencia de Dios. "La gracia no destruye la naturaleza sino la presupone, la sana y la eleva", es el principio que anima esta visión. El P. Kentenich, en este sentido, piensa que el cristianismo occidental en su evangelización debe luchar por un cristianismo que encarne y luche por la "armonía de la naturaleza y la gracia" en todos los órdenes.
La espiritualidad y pedagogía de Schoenstatt quieren asegurar y posibilitar este tipo de hombre, capaz de conquistar una síntesis vital entre fe y vida, entre naturaleza y gracia. En otras palabras, un hombre de un pensar, amar y vivir orgánicos, que sabe unir las diversas dimensiones de su vida y crea vínculos sanos y profundos con Dios, con los hombres, con su trabajo y con las cosas.


El tercer fin de Schoenstatt: la Confederación Apostólica Universal

Con el nombre de "Confederación Apostólica Universal" (CAU), el Padre Kentenich describe el tercer fin de Schoenstatt: promover la unión de las fuerzas apostólicas –a nivel parroquial, diocesano, nacional e internacional–, en todos los campos, para afrontar en común el desafío y la tarea evangelizadora que presenta la realidad actual a la Iglesia.

Cada comunidad debe aportar a esta Confederación su riqueza y carisma propios, produciendo así la unidad en la pluralidad y, a la vez, potenciando la eficacia y fecundidad del apostolado.
Esta finalidad la asumió el Padre Kentenich de san Vicente Pallotti, pionero del apostolado de los laicos y fundador de la Sociedad del Apostolado Católico. Schoenstatt hizo suyas creadoramente la idea y la misión de san Vicente Pallotti, confiando en la Alianza de Amor con María en su Santuario. La Confederación Apostólica Universal implica la superación del espíritu divisionista, de las rivalidades y el individualismo que caracterizó muchas veces a las comunidades religiosas en los siglos pasados, y que siempre amenaza la unidad de la Iglesia.